Resulta que a “los sensibles”, nos pasa lo
mismo; la tristeza se apodera de nosotros muy de niños haciéndose compañera de
juegos, de tardes solos pegados al parqué de la casa, de conversaciones banales
con nuestras Barbies, de goles celebrados en silencio, de tardes de estudio
mirando a la lluvia, de tardes de estudio “perdiendo el tiempo”
escribiendo un nuevo poema.
Los sensibles acumulamos emociones de adolescentes
elevadas al cubo, y las sostenemos bajo la piel,suplicando que en ningún
momento venza y nuestras vergüenzas salten por los aires.Rompiendo las
costuras y en ocasiones, haciendo caer algunos tornillos.
Los sensibles llevamos una tormenta dentro, y nos
entregamos como un tsunami a quién queremos, dejando daños colaterales en las
esquinas de la ciudad que más nos ha hecho llorar, y lisiados transeúntes por
sus calles.
**Violetas que han dejado saltar los muelles, violetas rosas, violetas contentas**
Mejor todo eso, que tantas veces nada. Será porque adoro la sensibilidad. Muy bien descrito.
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